Cisjordania se bate contra la impunidad en la otra guerra de Palestina | Internacional

El cadáver de Bilal Saleh, de 40 años, quedó tendido en medio del olivar con un tiro que le partió el pecho la mañana del sábado. Lo único que había para retirarlo, campo a través y monte arriba, era una de las escaleras de madera con las que se alcanzan las aceitunas, como se observa en el vídeo grabado por uno de los presentes. Poco antes, cuatro colonos judíos armados habían bajado por la ladera desde un asentamiento vecino mientras eran observados por soldados israelíes, según varios testimonios recogidos tras las honras fúnebres en el pueblo de Sawiya, en la Cisjordania ocupada. Entre los incrédulos testigos que presenciaron el asesinato de Bilal Saleh a manos de los colonos se hallaban sus hijos Mohamed, de 14 años, y Musa, de ocho, así como otros familiares y vecinos. En la localidad, ubicada al sur de Nablus, entre pésame y pésame, reina la impotencia por la impunidad que, según los vecinos, se extiende también en Cisjordania, a la sombra de la guerra entre Hamás e Israel.

“Lo que ha sucedido refleja bien la creciente violencia desde el 7 de octubre”, afirma Mohamed Salem, de 48 años, funcionario del Ministerio de Educación de la Autoridad Nacional Palestina y primo del agricultor muerto. Se refiere al día del ataque de Hamás en territorio israelí con el resultado de más de 1.400 muertos, según las autoridades del país. Desde entonces, ya son más de un centenar los fallecidos en Cisjordania a manos de colonos o tropas israelíes en choques que no se vivían desde la Segunda Intifada (2000-2005). Nada que ver, pese a todo, con las más de 7.700 víctimas mortales de los bombardeos israelíes en Gaza que denunció el sábado el Ministerio de Sanidad de la Franja, gobernada por Hamás.

Las calles de ciudades de Cisjordania como Ramala, Nablus, Hebrón y Yenín han acogido estos días protestas por las víctimas en ese enclave. Las últimas manifestaciones se han producido tras la entrada del ejército israelí por tierra en Gaza la tarde noche del viernes. “Tenemos más miedo”, añade Mohamed Salem. “Nadie condena lo que está ocurriendo, ni siquiera los países árabes. Estamos solos”, lamenta. Asegura que hay una campaña de acoso y que “para ellos, todos los palestinos son de Hamás”. Más de 1.500 personas han sido detenidas en Cisjordania desde el 7 de octubre.

La cosecha de la aceituna, que las familias palestinas celebran como una fiesta en comunión con la tierra, ha acabado en tragedia en Sawiya. Fue precisamente uno de los colonos amparados por el ejército de Israel y que campan a sus anchas tratando de imponer su ley a los habitantes árabes, quien apretó el gatillo de un fusil M-16 dos veces, según las personas consultadas tras el entierro. Los hechos han sido confirmados también por fuentes militares israelíes al diario Haaretz. “Estos incidentes afectan la legitimidad de Israel en el plano estratégico y causan graves daños”, comentó la fuente a ese medio, que destaca que en los crecientes enfrentamientos protagonizados por los colonos solo han muerto palestinos.

Hani Saleh, de 21 años, haciendo el gesto de llevarse la mirilla del rifle al ojo derecho, relata lo que ocurrió: “Primero [los colonos] se colocaron sobre una colina a unos 300 metros de distancia. Después llegó el ejército, pero los soldados nunca hicieron nada. Tras un rato, cuatro colonos bajaron hacia el valle donde estábamos. Empezamos entonces a recoger las cosas, pero a Bilal no le dio tiempo. Uno de ellos se preparó, levantó el arma y disparó dos veces”. Una bala le dio en el pecho, otra en el lateral, señala Saleh dirigiéndose la mano a las costillas. Nada pudieron hacer los presentes por salvar al dueño de un puñado de olivos y empleado de un supermercado.

Mohamed (14 años), izquierda, y Musa (8), hijos varones de Bilal Saleh (40), asesinado esta mañana por disparos de un colono judío mientras recolectaba aceitunas en un olivar de la Cisjordania ocupada.

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Escuchan el relato de Hani Saleh varios niños en una sala multiusos llena de sillas de plástico del centro de Sawiya, de entre 3.000 y 4.000 habitantes, donde los vecinos lo mismo se casan que se dan el último adiós, como el caso de este sábado. Mohamed, un chaval menudo de 14 años y con una bandera palestina al cuello a modo de pañuelo, apenas articula palabra y comenta que él se encontraba encaramado a uno de los árboles cuando el colono trató de arrebatar el móvil a su padre. Cree que trataban de impedir que Bilal Saleh diera la voz de alerta ante la llegada de los colonos armados. Entonces, uno disparó a unos cuatro metros de distancia, calculan los testigos. “Idos a casa”, dice Hani Saleh que les pidieron los militares sin interesarse por la víctima. No había ambulancia, por eso recurrieron a la escalera.

La ONG israelí BTselem, que vigila los derechos de la población palestina, ha denunciado los últimos días el acoso de los colonos en los olivares y ha llegado a publicar cómo una misión de observadores fue expulsada a tiros de unos campos en el sur de Hebrón (Cisjordania). Han mostrado además a esos colonos en vídeos donde aparecen armados y luciendo uniformes del ejército. Tras un ataque esta semana a un olivar por parte de un grupo de colonos, los palestinos de la ciudad cisjordana de Deir Istiya encontraron panfletos en los parabrisas de sus vehículos donde los amenazan para que huyan a Jordania o serán expulsados por la fuerza, informó Haaretz.

No es fácil llegar en coche hasta Sawiya para obtener detalles de la muerte del agricultor. Las carreteras están sistemáticamente cortadas por montañas de tierra. Ese bloqueo impuesto por los agentes israelíes agrava el problema de la ocupación. Dos vehículos de Fuerzas de Seguridad de Israel tratan de impedir que el reportero llegue a la localidad donde residía Bilal Saleh. Únicamente se puede acceder por una pista de tierra sin señalizar y que, por supuesto, no aparece en las aplicaciones de mapas.

El acceso a los recursos naturales como la tierra, los cultivos o el agua forman parte perenne del conflicto. Está a la orden del día arrebatar territorio a los palestinos para ampliar las colonias israelíes, su red de carreteras y su cinturón de seguridad, como lamenta hastiado Mohamed Salem. Las batidas de los colonos también tienen como objetivo arrancar los olivos, un cultivo tradicional que no necesita un excesivo cuidado y que la población puede compaginar con la falta de movimientos que imponen las autoridades israelíes. “Los colonos del asentamiento de Eli nos rompieron el año pasado las tuberías que nos surten de agua”, cuenta Salem.

Bilal Saleh, en una foto facilitada por su familia, dos días antes de su asesinato.
Bilal Saleh, en una foto facilitada por su familia, dos días antes de su asesinato.

En Sawiya, desde la terraza de Ali Sayed, de 59 años, se divisan en la colina de enfrente las posesiones de los ocupantes israelíes del asentamiento de Eli. Ondea la bandera azul y blanca, se ven casetas de vigilancia, grúas y edificaciones de nueva factura. “Ayer mismo, en este olivar de aquí abajo, echaron a los agricultores con disparos al aire”, comenta. “Sentimos que tienen derecho a dispararnos”, añade el funcionario del Ministerio de Educación. “Nuestro principal problema son los colonos. El segundo, el ejército”.

Eran poco después de las cinco de la mañana del sábado cuando Abed Rahim, de 55 años, coincidió con su sobrino Bilal Saleh en la mezquita para la primera oración de la jornada, la conocida como al fajer. “Bilal dio gracias de que estaba acabando la cosecha… y mira ahora dónde está”, comenta aturdido mientras accede a la mezquita para uno de los rezos de la tarde.

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