La selva amazónica está siendo destruida a un ritmo sin precedentes por las actividades humanas

La selva amazónica está gravemente enferma, y ​​con ella todo el planeta. En dos revisiones de literatura publicadas el jueves 26 de enero en La ciencia, unos 50 investigadores internacionales advierten sobre cambios profundos y rápidos que ocurren en los pulmones de la Tierra debido a la presión de las actividades humanas. Al causar tanto la deforestación como la degradación acelerada de esta región, amenazan el clima, la biodiversidad, el bienestar de las poblaciones locales y, en general, a la humanidad.

Leer también Artículo reservado para nuestros suscriptores En Brasil, la deforestación en la Amazonía alcanza su nivel más alto desde 2008

Extendiéndose a lo largo de nueve países (principalmente Brasil), la selva amazónica se encuentra entre los ecosistemas más vitales del planeta. Es el hogar de casi un tercio de las especies conocidas en la Tierra, incluidos 390 mil millones de árboles, y ayuda a mantener los ciclos globales del carbono y el agua. Al mismo tiempo, es particularmente vulnerable: el 17% del bosque original ha sido destruido y el 9% severamente degradado, es decir, el 26% degradado, según la primer estudio.

En cuestión: la deforestación, provocada por actividades agrícolas e industriales –que alcanzó niveles récord en Brasil bajo el mandato (2019-2023) de Jair Bolsonaro–, y el cambio climático, también provocado por actividades humanas. Esta destrucción de los ecosistemas amazónicos está ocurriendo a un ritmo sin precedentes, cientos o incluso miles de veces más rápido que cualquier fenómeno climático o geológico natural en el pasado, advierte el estudio, con cifras que lo respaldan.

Futuro emisor neto de CO2

La aceleración es tal que todas las especies, pueblos y ecosistemas amazónicos no pueden adaptarse a ella. De modo que la Amazonía se acerca a un punto de inflexión irreversible, donde franjas enteras de bosques se transformarán definitivamente en sabanas − de informes anteriores había demostrado que este punto de no retorno ya se había alcanzado en ciertas áreas, en el sur y el este de la cuenca.

Después de millones de años de funcionar como un poderoso sumidero de carbono, la Amazonía pronto debería convertirse en un emisor neto de CO2. Tanto porque los bosques liberan carbono cuando son destruidos, degradados o quemados, como porque al ser menos densos en los árboles, pueden secuestrar menos.

“Conocemos las medidas a tomar con urgencia. Es una cuestión de voluntad política”, dice el científico James Albert.

Las consecuencias para el clima son asombrosas: la liberación de todo el carbono contenido en los bosques y suelos amazónicos (alrededor de 180 mil millones de toneladas) aumentaría suficientemente la concentración de CO2 en la atmósfera para elevar la temperatura global en más de un grado, advierte James Albert, profesor de ecología en la Universidad de Louisiana en Lafayette y primer autor del estudio. Menos árboles también significa menos lluvia, suelos más áridos, sequías más regulares y severas, lo que a su vez conducirá a incendios forestales más devastadores, en una forma de círculo vicioso.

Te queda el 46,98% de este artículo por leer. Lo siguiente es solo para suscriptores.