“Pedimos a la Asamblea Nacional que apruebe una moción para que el pueblo se exprese a través del referéndum”

LLos anuncios del Primer Ministro sobre el informe de la edad de jubilación, el martes 10 de enero, han sido ampliamente comentados. Lo satisfacen, siempre que confirmen la mayor regresión social que tememos.

Más allá de las injusticias, las desigualdades y los graves retrocesos que esta reforma de las pensiones ha provocado, el método escogido da fe de un gobierno profundo para el Parlamento, el pueblo y, en general, la democracia.

Pasada en gran parte por desapercibida, la forma comedida del gobierno de imponer su reforma es de una brutalidad sin precedentes para nuestra democracia, aunque haya encontrado un subterfugio constitucional para justificarla. La elección de incluir sus medidas regresivas en un proyecto de ley de reforma de la financiación de la Seguridad Social es, de hecho, la más perjudicial para el debate democrático que se puede hacer.

Debate fallido

Ningún otro gobierno se había atrevido a hacer esto para reformar nuestro sistema de pensiones. Este procedimiento simplemente impedirá que los parlamentarios debatan el texto, realicen un examen serio y reflexivo de la reforma y presenten sus propuestas alternativas.

Concretamente, este vehículo legislativo permitirá al Gobierno aprovechar los muy ajustados plazos, previstos en el artículo 47.1 de la Constitución, para el examen de este tipo de textos. El debate será chapucero y el texto pasará en vigor. Un tiempo de revisión de cincuenta días, traslados con el Senado incluidos, desde el depósito del texto en el despacho de la Asamblea. De hecho, ¿qué significa esto?

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Presentado el texto, la Asamblea dispondrá de veinte días para examinarlo, ni uno más. Veinte días para leer el texto, para el analizador, para acreditar y depositar enmiendas, para los examinadores en comisión, para acreditar y depositar enmiendas al texto resultante de la comisión, para los examinadores en sesión. Esto hace que cualquier discusión parlamentaria sea imposible.

Al cabo de estos veinte días, el texto será enviado al Senado, aunque la Asamblea no haya tenido tiempo de completarlo.

El Senado dispondrá, por su parte, de quince días, y ni uno más, para este mismo examen.

Un enemigo de la democracia

Luego, la lanzadera deberá continuar en los quince días siguientes. Si al término de estos cincuenta días no se completa el examen, se podrá implementar por medio de ordenanza las disposiciones regresivas de esta reforma.

Ya abusados ​​por los diez 49.3 sucesivos al inicio de su mandato, los representantes del pueblo volverán a ser incapaces de cumplir su papel de detonante para satisfacer las necesidades y expectativas de sus conciudadanos.

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