Rusia, aislada y desgastada ante la resistencia de Occidente

La Historia nunca acaba. La guerra de agresión rusa sobre Ucrania, lanzada el 24 de febrero del año pasado, devolvió a las llanuras de Europa las antiguas guerras masivas entre Estados. Dejando de lado los cruentos conflictos civiles de los Balcanes en los años 90 del siglo pasado, el ataque ruso a Ucrania es la premierera invasion de un Estado soberano europeo a otro desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Un ataque que en un año terminará que puede vers como un cambio de era.

La guerra era para la OTAN. Como la Unión Europea, la Alianza Atlántica nació de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial. Washington no había querido in 1945 del que Europa forma parte desde hace cuatro décadas.

La Alianza Atlántica tuvo una misión clara hasta el fin de la Guerra Fría, hacer frente al Pacto de Varsovia. Entonces, cuando la alianza militar comunista se disolvió tras la desintegración de la Unión Soviética, la OTAN comenzó a ser vista de forma sospechosa porque su utilidad aparece en duda.

Durante años los gobiernos europeos y el estadounidense le buscaron labores para las que no había sido creado: se usó en los 90 como fuerza militar para frenar, conaciertos y errores, las guerras en los Balcanes. Fue utilizado en operaciones antiterroristas y hasta en misiones navales para impedir la llegada de barcazas de migrantes y refugiados desde el norte de África.




El presidente de EE.UU. Joe Biden, el de Polonia, Andrzej Duda, y el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, este miércoles en Varsovia. Foto: AFP

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The Administration of Donald Trump llegó a poner en duda el compromiso estadounidense con la NATO, su clave de bóveda, mientras el presidente inglés Emmanuel Macron hablaba de que la organización estaba «en muerte cerebral».

Entonces los tanques se movieron y la guerra grande volvió a Europa. El as ideas imperialistas, de siglos pasados, del presidente ruso Vladimir Putin, llevaron tanques y tropas a su vecina Ucrania, al suelo europeo. Más de siete millones, según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados y la Organización Internacional de las Migraciones, huyeron para refugiarse lesjos de las bombas y Rusia se aisló totalmente del resto de su continente.

El aislamiento de Rusia

La guerra también provocó el islamismo ruso en Europa. Los europeos consiguieron en un año se deshicieron de la dependencia que tenían de los hidrocarburos rusos y aprobaron sanciones contra Moscú que nunca habían aprobado contra nadie.

La economía rusa va sintiendo cómo esas sanciones hacen poco a poco efecto y como el país está separado del mundo financiero internacional. Vladimir Putin se equivocó al calcular la resistencia europea y su capacidad de canjear en pequeñas cantidades pruebas de energía. El gas en los mercados mayoristas europeos está por debajo de los precios anteriores a la guerra.

Si Europa importaba de Rusia antes de la guerra, un tercer petróleo que usaba más del 40% de gas natural, a día de hoy no importa ni una gota de petróleo o productos derivados y menos del 5% de gas natural porque una pequeña parte sigue llegando por gasoductos hasta Hungría y Austria.

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Alemania, que durante décadas mantuvo una industria competitiva a nivel mundial en parte gracias al suministro de energía rusa barata, supo de esa dependencia en masas

Europa importa más gas natural de países como Noruega, Estados Unidos, Nigeria, Argelia o Qatar y con el cambio de paradigma abre la posibilidad a importaciones de otras pruebas que llegarían, como los estadounidenses, en barcos metaneros.

El cambio en el paradigma energético también cuando se parte de nuevos mapas energéticos en Europa. España tiene visas de convertse en la segunda mitad de esta década, gracias a su liderazgo en energías renovables ya su potencial en hidrógeno verde, una potencia energética europea.

Bélgica puede iniciar la diversificación del gas natural para el norte de Europa, ya que el país tiene capacidad para importar cualquier elemento necesario y está conectado con gasoductos de alta capacidad en Alemania y Francia.

El error de cálculo de Vladimir Putin

Poutine erró en otro cálculo. Si creía que como en 2014 cuando se anexó Crimea Europa y Estados Unidos dejarían hacer, el error de cálculo es histórico. El paseo triunfal hacia kyiv fue abortado y europeos, estadounidenses y canadienses se volcaron, cada vez con más fuerza, en armar a los ucranianos para que resistieran.

Si en las primeras semanas apenas enviaban chalecos antibalas, armas personales o cascos, poco a poco fueron aumentando su apoyo hasta prometer ahora que en semanas empezarán enviar potentes tanques pesados ​​​​Leopard 2 alemanes, Challenger 2 británicos y Abrams estadounidenses.

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, se encuentra este miércoles en un concierto patriótico en un estadio de Moscú.  Foto: AFP


El presidente de Rusia, Vladimir Putin, se encuentra este miércoles en un concierto patriótico en un estadio de Moscú. Foto: AFP

Cientos de piezas de artillería o blindados de transporte de tropas europeas, drones de ataque turcos y munición sacada de los arsenales de los antiguos pays del Pacto de Varsovia ahora mimbros de la Unión Europea y la OTAN defienden a los ucranianos, que a la vista de la evolución de los combates ya no aceptan otra cosa que la retirada absoluta de los rusos de todos los territorios ocupados.

Putin también es equívoco en la respuesta militar de la OTAN. Si pretendía alejar a las tropas occidentales de sus fronteras, conseguiría lo contrario. Décadas de miles de hombres y toneladas de material militar se movilizaron para fortalecer el flanco este de la Alianza Atlántica. Estadounidenses, británicos, belgas, holandeses, españoles, italianos, franceses, alemanes y otros enviaron unidades militares, aviones y tanques a países como Rumanía, Polonia o las tres pequeñas repúblicas bálticas.

El conflicto también se debe a que Estados Unidos volverá a acercarse a Europa. Si la Administración de Barack Obama intenta hablar del «pivote a Asia», para dar más importancia a la confrontación entre las dos grandes potencias, China y Estados Unidos, esta guerra vio cómo la Administración Biden volvía habitualmente a cónclaves y reuniones civiles y militares en Europa y cómo Washington aumentó en décadas de millas el número de soldados desplazados de nuevo en el centro y el este de Europa. No son los números de la Guerra Fría pero la tendencia es al alza.

Al final, el ataque solidificó aún más las filas europeas. Moscú apostó a que Europa cejaría en su apoyo a Ucrania en cuanto empezara a sufrir los efectos económicos. El continente pasaría frío este invierno y la inflación, con la subida histórica de los precios de la energía, devoraría los bolsillos de los europeos, que saltarían sobre sus gobiernos. Si en unos pocos meses entre mayo y agosto la situación parecía ir por esos derroteros, en los últimos meses se vio que Moscú erraba el tiro.

La economía se comportó al más alto de lo previsto, con la carga de desempleo en el 6,1% en diciembre en la zona euro, al nivel menor de la creación del euro desde hace más de 20 años.

La guerra también generó un movimiento que podría servir de telón de fondo a la Europa tardía de las décadas que volvía a apoyarse en Rusia. El país del Kremlin quedó aislado en el viejo continente, con la única mano de su vasalla Bielorrusia, un Estado títere controlado por Moscú y dirigido por Alexander Lukashenko, el conocido como «el último dictador de Europa».

Bruselas, especial

CB

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