El Partido Nacional Escocés abandona la vía unilateral hacia la independencia de Sturgeon | Internacional

El líder del Partido Nacional Escocés (SNP, en sus siglas en inglés), Humza Yousaf, heredó de la defenestrada Nicola Sturgeon una formación en plena convulsión interna y una causa, la del independentismo, cada vez más debilitada aunque todavía viva. El método para asegurar su propia supervivencia política, buscar consenso interno e infundir nuevos bríos a una organización en crisis, ha sido reconducir el objetivo de la secesión hacia el diálogo y la legalidad, sin dejar de situarlo en el centro del mensaje.

El SNP, que celebra esta semana en Aberdeen su congreso anual, ha abandonado la vía desesperada que impulsó Sturgeon, por la que las próximas elecciones generales del Reino Unido —previstas, a más tardar, para enero de 2025, aunque se extiende la idea de un adelanto en primavera— se convirtieran en un referéndum de facto sobre la independencia. A cambio, el partido ha aprobado la moción presentada por Yousaf y por el portavoz del SNP en el Parlamento británico, Stephen Flynn, en la que se establece que si la formación obtiene la “mayoría de los escaños” que corresponden a Escocia (un total de 57), el Gobierno autónomo “estará autorizado para comenzar de inmediato negociaciones con el Gobierno del Reino Unido para hacer democráticamente efectivo que Escocia se convierta en un país independiente”.

Yousaf cede, con una exigencia más elevada de escaños y con un lenguaje de ambigüedad calculada, ante una porción relevante del partido convencida de que los votantes están hoy más preocupados por las dificultades económicas y la crisis en el coste de la vida que por la independencia. Un 44,7% de escoceses respaldarían hoy la secesión, frente a un 55,3%, según el promedio de encuestas. El líder del partido, que el pasado junio quiso establecer la legitimidad del mandato de las urnas en que el SNP fuera simplemente “el partido más votado”, ha aceptado ahora la reclamación de varios diputados y agrupaciones locales que desean un listón más alto.

El pasado 6 de octubre, el Partido Laborista de Keir Starmer obtuvo una arrolladora victoria en las elecciones parciales celebradas en la circunscripción escocesa de Rutherglen y Hamilton, cuyo escaño quedó vacante después de que la diputada Margaret Ferrier fuera expulsada por saltarse las reglas del confinamiento. El candidato laborista, Michael Shanks, obtuvo más del doble de votos que la candidata del SNP, Katy Loudon. El Partido Conservador apenas arañó un testimonial 3,9%, que confirmó la irrelevancia de los tories en territorio escocés.

El éxito de la izquierda británica llevó a los sociólogos electorales a proyectar un cambio en el escenario político escocés y a vislumbrar la posibilidad de que el laborismo, al que todas las encuestas pronostican la victoria en unas hipotéticas elecciones generales, volviera a ser fuerte en esa región. En las elecciones generales de 2010, con Gordon Brown al frente del partido, los laboristas se hicieron con 41 de los 59 diputados que aporta Escocia al Parlamento de Westminster. En 2019, con Jeremy Corbyn como líder del laborismo, obtuvieron un diputado.

Una mayoría más legítima

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Los críticos del SNP han obligado a Yousaf a aspirar a una mayoría absoluta de escaños para otorgar legitimidad a la causa independentista. El líder del partido ha aceptado la reclamación, aunque dejaba claro durante su intervención en el congreso que los nacionalistas estaban obligándose a sí mismos más de la cuenta. “No caigamos en la trampa de elevar el listón para ganar mucho más de lo que hacen otros partidos”, decía a los afiliados. “No me malinterpretéis. Si los partidos de Westminster [conservadores y laboristas] quieren comprobar cuál es el apoyo popular a la independencia, podemos hacerlo con un referéndum. No tienen más que darnos la competencia para ello, y lo celebraremos mañana mismo. Pero en unas elecciones, una mayoría de escaños es una victoria, simple y llanamente”, afirmaba Yousaf.

El Tribunal Supremo del Reino Unido rechazó a finales del año pasado, después de ser consultado por el propio Gobierno de la entonces ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, que el Parlamento autonómico tuviera competencia para convocar una consulta. La legislación vigente en el Reino Unido atribuye en exclusiva esa prerrogativa al Parlamento de Westminster. Así ocurrió en 2013, cuando el Gobierno conservador de David Cameron impulsó el permiso para que pudiera celebrarse un referéndum. En 2014, un 55% de escoceses, frente a un 45%, rechazó la separación del Reino Unido.

La nueva estrategia impulsada por Yousaf evita la confrontación directa con Londres perseguida por Sturgeon, que aspiraba a convertir las próximas elecciones generales en la consulta sobre la secesión. El grupo parlamentario del SNP en Westminster vio peligrar sus escaños ante un planteamiento de campaña que podría ahuyentar a muchos votantes. El resto de partidos —tories y laboristas— rechazaban además que se desvirtuaran unas elecciones en las que los ciudadanos tomaban en consideración muchas más cosas que la independencia a la hora de decidir su voto.

La moción acordada por el SNP es lo suficientemente ambigua como para mantener el sueño independentista en el centro del proyecto, y abrir a la vez margen a una nueva negociación con Londres en torno a la celebración de una nueva consulta, y no a un pretendido hecho consumado. “Seamos honestos, la realidad es que cada vez que nos dirigimos a Westminster nos chocamos contra un muro”, reconocía Yousaf. “Si nos van a continuar negando el referéndum, usemos las próximas elecciones generales para poner la independencia en el centro del debate. Porque no tengáis la menor duda: este partido nunca se echará atrás en la causa de la independencia de Escocia”, advertía.

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