En Turquía, los refugiados sirios se han convertido en un tema electoral a pesar de ellos mismos

Youssef tiene un pequeño puesto de madera y plástico donde vende sus sándwiches de huevo, cebolla y papas fritas frías a cualquiera que pase. Lleva instalado aquí, al final de la larga, llana y recta carretera de Gaziantep a Siria, desde hace casi diez años. Bien entrado en la cincuentena, solo habla unas pocas palabras de turco, pero está feliz de estar de este lado de la frontera. La guerra, la represión sistemática del régimen de Bashar Al-Assad lo empujaron a cruzar la línea del frente de 900 kilómetros que separa Turquía de Siria.

Hoy ya no puede moverse de su pequeña ciudad fronteriza de Kilis, destinado, como todos los refugiados sirios, a su comuna de residencia. Finge no quejarse. Simplemente dice que está decidido a no volver allí, al otro lado, antes de desviar febrilmente la mirada y jugar con su pan.

El horizonte del joven es el puesto fronterizo de Oncüpinar, “la fuente pionera”, en turco. Cinco garitas, un puñado de funcionarios de aduanas y camiones completamente cargados se dirigieron a Siria. Cerca de 200 vehículos y 300 trabajadores turcos cruzan así todos los días este paso fronterizo, uno de los siete puestos abiertos entre los dos países. Un archivo que ilustra a la perfección el papel creciente que juega Ankara más allá de sus fronteras.

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Desde la entrada de tanques turcos en Siria, por primera vez, hace seis años, la operación militar destinada a hacer retroceder a los militantes kurdos de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG), triunfada como organización terrorista por Ankara, se ha transformado, con el tiempo y múltiples intervenciones, en una misión que afecta a todos los ámbitos de la seguridad y al día a día de unos dos millones de sirios que viven en los tres enclaves controlados por las fuerzas de Ankara. La gente paga allí en dinero turco, son tratados en hospitales turcos, se iluminan con electricidad turca y los escolares se iluminan en turco como segunda lengua.

Hostilidad cada vez más visible

Desde hace seis meses, Turquía no ha recibido refugiados sirios en su suelo. El gigantesco centro de Öncüpinar, construido a toda prisa en 2012, está vacío. Ubicado frente al stand de Youssef, este campamento de contenedores de más de 60 hectáreas fue completamente evacuado en el verano de 2019. Oficialmente, las autoridades habían mencionado los altos costos operativos y las perspectivas de integración de los sirios en la sociedad turca, fuera de los campamentos.

Según Omar Kadkoy, analista de políticas de la Fundación de Investigación de Políticas Económicas de Turquía, la decisión tuvo menos que ver con el deseo del gobierno de desarrollar una verdadera política de integración que con la contextualización de un posible retorno de refugiados a Siria.

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