La geopolítica entra en el consejo de administración | Negocios

Los conocimientos en geopolítica han dejado de ser atributo exclusivo de fabricantes de armas y empresas de materias primas. La covid-19, la rivalidad tecnológica entre EE UU y China, o la ruptura de Moscú con Occidente, por nombrar solo tres ejemplos, han contribuido en gran medida al respeto que la información sobre el funcionamiento del mundo se ha ganado en los consejos de administración de las empresas en los últimos cinco años, un periodo en el que la geopolítica se ha transformado en variable crítica de cualquier empresa con presencia internacional o con cadenas globales de suministro.

Esta importancia se ha hecho evidente en el negocio del asesoramiento. Como dice Maziar Minovi, gerente general de la consultora especializada en riesgos globales Eurasia Group, “antes, tener conocimientos en geopolítica le servía al consejero delegado para parecer más inteligente en un cóctel, pero ahora la geopolítica ha pasado a tener un auténtico impacto en el negocio”. Y no estamos hablando solo de las empresas que incurrieron en pérdidas al salir de Rusia tras la invasión de Ucrania. Basta con tener proveedores en Asia, procesos productivos intensivos en energía, o trabajadores de diferentes partes del mundo, para estar expuesto a los cada vez más frecuentes vaivenes en las relaciones internacionales.

Creada en los últimos años noventa, la consultora donde trabaja Minovi está entre las más longevas del sector. Rusia estaba a punto de anunciar su suspensión de pagos y los primeros clientes de Eurasia fueron inversores con intereses en mercados emergentes, definidos por el politólogo Ian Bremmer, fundador de la consultora, como aquellos cuyo funcionamiento depende tanto de la economía como de la política.

Aunque se ha exacerbado en los últimos años, el interés generalizado por los riesgos globales comenzó con la crisis financiera que se desató en 2008 tras la caída de Lehman Brothers. Un derrumbe que en opinión de Minovi hizo válida la definición de Bremmer también para las economías centrales. “Aquella idea de que Estados Unidos y el resto de países del mundo desarrollado podían aislar a los mercados de la política empezó a estar en entredicho, con ejemplos como el de la legislación que el Congreso de EE UU tuvo que aprobar entonces para comprar activos tóxicos [el programa de alivio de activos problemáticos, o TARP, por sus siglas en inglés], o como la crisis de la deuda soberana, un par de años después, en varios países de la Eurozona”, explica.

La cartera de clientes de las consultoras geopolíticas dejó de estar formada casi exclusivamente por inversores en mercados emergentes para incorporar a las grandes empresas, sorprendidas de ver cómo la política afectaba a sus negocios “a medida que Estados Unidos perdía importancia como fuerza global capaz de mantener el orden pos-Bretton Woods”, dice Minovi. “Algo que evidentemente se aceleró en 2016 con el Brexit y la elección de Donald Trump”.

Evolución

Según Ángel Saz-Carranza, que dirigen en Esade el Centro de Economía Global y Geopolítica (EsadeGeo), el análisis geopolítico en España era un asunto que quedaba en manos del primer ejecutivo de una empresa y de sus “contactos informales con gente de las altas esferas”. Se consultaba a exdiplomáticos, así como a abogados y técnicos comerciales del Estado en excedencia, pero las empresas carecían del acceso especializado que tienen hoy “a consultoras, sistemas de información, de inteligencia y de seguimiento de medios”. “A nivel interno, las empresas españolas lo tienen mucho mejor estructurado ahora”, dice, “con más matices y algún perfil dentro de la estructura para canalizar al comité directivo este tipo de asuntos”.

Tanto si es con gente de dentro como de fuera, el objetivo de la información geopolítica es diseñar escenarios que sirvan para adelantarse a los sucesos que pueden afectar a una empresa. Como dice Tina Fordham, de Fordham Global Foresight, se trata de incorporar en el análisis de la empresa aspectos tan variados como interrupciones en las cadenas de suministro, problemas reputacionales, o cambios de políticas en los países donde está presente.

Tener el escenario pensado significa ganar un tiempo precioso si efectivamente se desencadena la crisis, tomando las decisiones previstas para el caso en vez de caer en la parálisis. Según el profesor del IESE y autor del libro Strategy and Geopolitics [Estrategia y Geopolítica], Mike Rosenberg, también es la mejor forma de adelantar medidas que minimicen costes futuros. “La decisión de Foxconn de llevar producción a la India, por ejemplo, no se tomó en el vació, sino tras una conversación con Apple a la luz de las crecientes tensiones entre China y Estados Unidos”, explica.

Un buque transita por el Canal de Suez hacia el Mar Rojo el 10 de enero de 2024 en Ismailia, Egipto.Sayed Hassan (Getty Images)

Así se entiende también, dice Rosenberg, la multiplicación de proyectos empresariales para desarrollar microchips en Estados Unidos y Europa con el objetivo de reducir la dependencia de Taiwán, donde “se fabrican ahora mismo más de la mitad de los chips del mundo”. “Si llega a haber un conflicto activo entre Estados Unidos y China, es muy probable que sea sobre la independencia de Taiwán”, dice.

Para Rosenberg, la multinacional de origen francés Schneider Electric es un buen ejemplo de cómo poner el análisis geopolítico al servicio de las decisiones operativas. “En Schneider Electric tienen la política de mantener a dos proveedores, así que si fabrican algo en China tratan de tener también un contrato con otra fábrica que haga exactamente lo mismo en Italia; aunque le compren 15 veces más a la de China, cuando pasa algo tienen a la empresa italiana para suministrar”, señala.

En estos tiempos cambiantes, tan grave como ignorar la geopolítica es acercarse a ella de una manera amateur. Según Marko Papic, analista del fondo de inversión Clocktower Group, el error clásico de los “turistas de la geopolítica” es sobrerreaccionar ante crisis o eventos geopolíticos y pasar por alto las tendencias de fondo verdaderamente importantes. “Desde 1945, los datos demuestran que casi todas las crisis geopolíticas fueron oportunidades para comprar, porque el contexto macro siempre es mucho más importante que los eventos puntuales: casi ninguna crisis geopolítica ha sido capaz de afectar a la relación de largo plazo entre oferta y demanda”, declara.

En la caracterización de Papic, el turista de la geopolítica que espera un cambio radical de tendencia ante cada crisis termina por decepcionarse, cuando no ocurre eso que creía, y por descreer de la validez general de la geopolítica. “Pero el error está en esa generalización: es cierto que los eventos no son relevantes, pero las tendencias geopolíticas sí que importan, de hecho, son lo único que importa”, dice Papic.

“Si un evento geopolítico fuera como una lesión que te haces mientras corres, la tendencia geopolítica sería tu aptitud física”, explica, poniendo a las tensiones inflacionarias como ejemplo. “Si tenemos inflación hoy es debido a un cambio radical de tendencia desde un liberalismo laissez faire hacia una especie de dirigismo capitalista que ha vuelto más relevante la política fiscal y frenado la globalización”, indica. “No tiene nada que ver con razones económicas, el origen de la inflación es en un 100% motivos geopolíticos”.

Contexto macroeconómico

No es que los eventos no importen. Pueden hacerse sentir en el precio de productos puntuales, dice, como el del trigo cuando comenzó la guerra en Ucrania. Pero la tendencia general del mercado dependerá siempre del contexto macro, que a su vez depende de la geopolítica. “No todas las portadas del semanario The Economist son igual de importantes”, resume.

Ruinas de un edificio palestino tras un ataque israelí en Gaza el 12 de enero. Jehad Alshrafi (Anadolu / Getty

El consejo de Papic para las empresas es acudir a asesores de geopolítica “que conozcan el lenguaje del comercio y las finanzas”, algo que no siempre ocurre con los exdiplomáticos y altos cargos de Exteriores que proliferan en el sector. “Los exfuncionarios tienen el cerebro entrenado para imaginar todas las consecuencias posibles de cada cosa que pasa, les han pagado toda la vida para que lo hagan, por eso son un poco como el elefante en la tienda de porcelana cuando dicen cosas como que el enfrentamiento de Israel con Hamás podría llevar a la Tercera Guerra Mundial, ¿pero acaso es eso lo que va a ocurrir?”, explica.

Los consejeros delegados necesitan análisis que se ajusten a la realidad de su empresa. Adivinar si Putin va a caer o no no les sirve de mucho, dice Papic, pero sí entender que el poder que ejerce el presidente ruso en su país se va a ver afectado, pase lo que pase —para aquellos que se lo estén preguntando, Papic no hace apuestas, pero señala que la supuesta capacidad inagotable de sufrimiento que se atribuye al alma rusa es válida solo en guerras defensivas, como se demostró durante la resistencia contra Napoleón y contra Hitler; pero no tanto en guerras ofensivas, como se demostró en Afganistán—.

Para Papic, tan importante como no ir en contra de la tendencia de fondo (el dirigismo capitalista, en la actualidad) es tener en cuenta los fundamentos macroeconómicos de oferta y demanda. Siguiendo ese principio apostó el año pasado contra la subida del petróleo desatada con la guerra en Ucrania. “Con China débil como estaba, la subida del petróleo iba contra los fundamentos macro, por eso el auténtico diferencial en rendimientos financieros se generó apostando contra la subida del hidrocarburo, y es que son muy pocos los eventos geopolíticos capaces de cambiar el contexto macro”.

La crisis ecológica a la que se enfrenta el planeta podría ser considerada como el gran mar de fondo para el análisis geopolítico. No solo por los movimientos de personas y cambios en políticas industriales que genera, sino por el efecto que también está teniendo sobre la operativa de las empresas. Como dijo en marzo de 2022 la directiva del Banco Central Europeo Isabel Schnabel, los fenómenos meteorológicos extremos derivados del cambio climático también están detrás de la presión sobre los precios. Una afirmación que se verificó el verano de ese mismo año, cuando los bajos niveles del Rin pusieron en aprietos a las empresas de Alemania que necesitan al río para sus cadenas de suministro.

Los directivos empresariales abusan del concepto de cisne negro cuando lo que de verdad ha ocurrido es falta de previsión, dice el codirector del Centro de Geopolítica de HEC Paris, Jeremy Ghez, en alusión a la metáfora de Nassim Nicholas Taleb para sucesos de gran impacto y muy baja probabilidad. “Un cisne negro es, por definición, impredecible; pero en la mayoría de los casos los ejecutivos podrían haber visto lo que iba a pasar si hubieran hecho sus deberes y estado más abiertos a esas posibilidades”.

Algunas empresas, dice Ghez, han comenzado a tener en cuenta el cambio climático desde una perspectiva muy pragmática, “no para quedar bien, sino para entender desde un punto de vista operacional, desde un punto de vista logístico, cómo va a afectar a su negocio”. “Incluir el análisis sobre el comportamiento futuro de los consumidores, o sobre las gigantescas implicaciones económicas que va a tener el calentamiento, significa reinventar el modelo de negocio, y eso es un desafío tan enorme para las empresas que por el momento han mantenido un enfoque muy pragmático y limitado”.

Influencia inversa

La relación de las empresas con la geopolítica no va en una sola dirección, con muchas corporaciones jugando un papel determinante en el funcionamiento del mundo. De las petroleras que en los cómics de Tintín derrocaban y ponían gobiernos hemos pasado a un mundo donde son las tecnológicas las que influyen sobre las reglas del juego.

Google tuvo la honestidad, o la soberbia, de darse cuenta antes que ninguna con la creación de Google Ideas, ahora llamado Jigsaw (puzle), cuando comenzaba la segunda década del siglo. En palabras de Ghez, una unidad de negocio de Google que “nació con las primaveras árabes como un intento de entender la manera en que sus productos influían sobre el devenir del mundo”.

Según Minovi, de Eurasia, las redes sociales son actores geopolíticos desde el momento en que está en su mano aprobar o impedir el paso de la desinformación creada en internet por chatbots, inteligencia artificial, o algún otro mecanismo. “Si estas empresas deciden ponerse de acuerdo en un conjunto de principios que contenga esos riesgos, va a tener un gran impacto en las elecciones, especialmente en las economías avanzadas”, explica. La posibilidad de que los líderes de otras naciones influyan en las elecciones de Occidente, alimentando el disenso y la polarización, dice, dependerá en gran medida de lo que decidan los líderes de esas tecnológicas.

Con un modelo de negocio basado en ingresos publicitarios que se ven multiplicados por la polarización, el conflicto de intereses está servido. No es el único. Como dice Minovi, ¿qué pasaría con los satélites de Starlink, propiedad de Elon Musk, en un escenario hipotético de guerra por Taiwán? En Ucrania ya fueron fuente de polémica, cuando se demostró que Musk tomaba de manera unilateral la decisión de permitir o impedir el uso de los satélites por parte del ejército ucranio. En China, donde el multimillonario de origen sudafricano tiene uno de los principales mercados para sus coches eléctricos Tesla, la toma de partido parece inevitable.

A pesar de las dificultades evidentes, dice Minovi, la gigantesca transformación tecnológica hacia la que vamos con la inteligencia artificial necesitará sí o sí de la cooperación entre gobiernos y empresas. “Hay que crear nuevas formas de asociación con estas corporaciones, que a su vez van a tener que asumir su responsabilidad como actores geopolíticos, un desafío que muchas enfrentarán en los próximos años”, explica.

Pero si los gobernantes se deben a sus ciudadanos, las empresas se deben a sus accionistas, ¿por qué iban a tener en cuenta el interés general? Según Minovi, “aunque hay mucho para simpatizar con esa perspectiva, lo cierto es que la regulación desde los organismos estatales no está llegando a tiempo”. “Ni siquiera la Unión Europea, con una gran estructura tecnocrática y los reguladores más capaces, puede mantenerse al día con la regulación de la tecnología; si viviéramos en un mundo ideal y eso no fuera una restricción, estaría de acuerdo con esa perspectiva, pero la realidad no es así y las opciones son limitadas, ¿cuál es entonces la alternativa más constructiva? Esa es la conversación, complicada pero necesaria, que desde Eurasia creemos que hay que tener tanto con las empresas como con los gobiernos”.

Evento de campaña del candidato presidencial republicano Donald Trump en Iowa el 2 de diciembre.JORDAN GALE (New York Times / ContactoPhoto)

El efecto Trump se sentirá mucho antes de las elecciones

Casi la mitad de la población mundial acudirá a votar en 2024, con elecciones en 70 países y algunas tan relevantes como las del Parlamento comunitario, en la Unión Europea; o como las de la presidencia, en India. Pero la convocatoria con mayor potencial para cambiarlo todo es la que tendrá lugar en el penúltimo mes del año, cuando los estadounidenses eligen a su próximo presidente.
El nombre del próximo inquilino de la Casa Blanca es tan importante que ni siquiera hay que esperar a su desenlace para sentir los efectos económicos. Esa es al menos la tesis del fondo Clocktower Group, que en su última carta a inversores anticipó una mayor laxitud en la política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) a lo largo de todo 2024. «El establishment de Estados Unidos, un grupo que incluye a los miembros del Comité Federal de Mercado Abierto de la Fed, hará cuanto esté en su mano para asegurarse de que el expresidente Trump no vuelva al poder», escribieron. Si finalmente se impone en la Fed el objetivo político de revitalizar a la economía para evitar el regreso del magnate republicano, el abaratamiento en el precio del dinero presionará al alza el precio de las acciones en EE UU, y a la baja el de sus bonos y moneda. 
¿Pero y si sale Trump? ¿Pueden las empresas prepararse para un escenario geopolítico tan radicalmente diferente? Como escribió Edward Luce en el periódico Financial Times, su victoria sería interpretada por Rusia y por China como una luz verde para avanzar en sus respectivas agendas, un escenario donde se considera posible la retirada de Washington de la OTAN y la introducción de un arancel del 10% en todas las importaciones a EE UU.
«Es muy difícil prepararse para algo así porque las posibilidades son demasiadas», dijo el analista y periodista del Financial Times Martin Wolf en el podcast Rachman Review, dirigido por su colega Gideon Rachman. Incurrir en la enorme inversión que haría falta para un escenario en el que todo cambia es muy caro y puede ser un desperdicio si eso tan temido termina por no ocurrir. Es el clásico problema de los seguros, dice Wolf, ¿hasta cuánto estamos dispuesto a pagar por uno? Difícil conocer la respuesta. Lo único seguro es que si Trump gana, todo cambia.

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