Manifestantes exigen “un contrato social que beneficie a todos”

Hay que verlos, en las cercanías del Cuzco, viajando en camiones, por estos caminos tortuosos de los Andes, desde sus provincias. Y rumbo a esta capital regional (sureste) del Perú, el viernes 13 de enero, colgados de las puertas o colgados a horcajadas de las parroquias de los vehículos de cabeceo. Banderas nacionales colgadas del hombro, silbatos, y a cada auto que pasaba, bocinas y estas mismas consignas, hacia el presidente interino: “Boluarte: ¡renuncia! », « ¡Dina asesina! «.

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En esta movilización, que no ha disminuido desde la destitución del presidente Pedro Castillo el 7 de diciembre de 2022, están campesinos, jóvenes o viejos, con las manos encallecidas y los rasgos marcados por el trabajo y el frío de la altura. Hay mujeres, niños también. Exigen elecciones inmediatas. “Que se vaya Dina, que fermenten el Congreso, que se vayan todos”, fulmina a Julia Tupayupanqui, una vez en el suelo. Maria Condori, agricultora energética, dice a su vez: “Dina, puedes declarar estado de emergencia, toque de queda, reprimir con sangre, no nos vamos a callar. Ella dice que quiere la paz pero comenta, ¿con tantos ciudadanos asesinados? » El sábado, el gobierno declaró el estado de emergencia por treinta días en la capital y varias regiones, incluida la de Cuzco.

«La policía nos dispara por orden del presidente»

El país está de luto. Cuarenta y dos manifestantes han sido asesinados desde el 7 de diciembre, la mayoría por armas de fuego. Otros ocho murieron al margen de las movilizaciones, incluido un oficial de policía que fue quemado vivo en su vehículo. Eran estudiantes, trabajadores, vendedores ambulantes. Catorce víctimas eran menores de 22 años. En Cuzco, un joven de 21 años está hospitalizado, entre la vida y la muerte. Recibió treinta y seis impactos de proyectiles. Un testimonio más del nivel de represión policial y militar. “Podrían haber sido mis hijos, jadeo, conmovido y enojado, Marco Chávez, cincuentón, en un piquete. La policía nos está disparando por orden del presidente. »

En el centro de la ciudad de Cuzco, una gigantesca bandera blanca y negra de varios metros de altura es arrastrada con el brazo extendido por las callejuelas. La antigua capital inca, joya de la limpia arquitectura, está más acostumbrada a recibir a millones de turistas en tránsito hacia Machu Picchu que a ver desplegarse esta colorida procesión, de campesinos en ojotas – las sandalias de goma – bien vestidas con sus chaquetas de lana, hojas informativas en la espalda, o estas mujeres quechuas con enaguas bordadas y coloridos tocados. Estos trabajadores también, estos maestros.

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