ARN de mamut más antiguo: la trágica historia de una cría y leones

El ARN más antiguo de un mamut, rescatado de una cría que murió acosada por leones de las cavernas hace 40.000 años

Un reciente hallazgo científico ha transformado radicalmente la perspectiva sobre la preservación de biomoléculas ancestrales y la actividad biológica de las especies extintas.

Cada ciclo anual, al comenzar el deshielo en Siberia y la tierra helada desvela su legado ancestral, la exploración de vestigios de mamut se reactiva con vigor. Para numerosos residentes de la zona, el hallazgo de fragmentos de colmillos o huesos se ha transformado en una práctica habitual, a tal grado que ciertas piezas se utilizan incluso para apuntalar construcciones provisionales o para nutrir un mercado informal que opera fuera de la normativa. No obstante, entre estos descubrimientos fortuitos también surgen ocasiones excepcionales para la investigación científica, sobre todo cuando los hallazgos llegan a manos de grupos expertos con la capacidad de descifrar los mensajes latentes en esos remanentes de la era glacial.

En un suceso extraordinario, un equipo de científicos hizo un anuncio que parecía ir más allá de lo imaginable: lograron extraer el ARN más antiguo jamás descubierto. Esta muestra fue obtenida de Yuka, una cría de mamut lanudo que falleció hace unos 40.000 años, posiblemente víctima de depredadores de su época, como los leones cavernarios. Las grabaciones de video de la excavación revelaron un espécimen asombrosamente conservado, con su piel y pelaje rojizo aún visibles, como si el paso del tiempo no lo hubiera afectado.

Una molécula que se consideraba irrecuperable

Durante décadas, se asumió que el ARN —una molécula esencial para la síntesis de proteínas y la regulación genética— era demasiado frágil para sobrevivir miles de años después de la muerte de un organismo. A diferencia del ADN, más estable y resistente, el ARN se degrada rápidamente, lo que hacía su conservación casi impensable. Hasta ahora, la información disponible sobre especies extintas provenía casi exclusivamente del análisis del ADN, que ofrece una visión limitada sobre el modo en que funcionaban realmente los tejidos y órganos de los animales en vida.

El proceso de aislamiento de ARN en Yuka transforma por completo la perspectiva existente. De acuerdo con los científicos, este hallazgo abre una visión sin precedentes de los mecanismos moleculares que operaban en el organismo del mamut justo antes de su fallecimiento. La extracción se realizó de tejido muscular, lo que posibilitó determinar qué genes estaban activos, en qué medida y bajo qué circunstancias. Estas evidencias también revelaron la existencia de reacciones biológicas vinculadas al estrés, lo cual respalda la teoría de que el animal sufrió un ataque momentos antes de su deceso.

La investigación abre un camino completamente nuevo dentro del campo de la paleogenética. Si bien ya se habían logrado recuperar moléculas de ADN pertenecientes a mamuts que vivieron más de un millón de años atrás, el ARN permanecía como un territorio inexplorado. El avance también se relaciona con mejoras recientes en las tecnologías de secuenciación y en las estrategias de preservación y extracción, que permiten rescatar material biológico cada vez más delicado sin deteriorarlo.

Uno de los aspectos más llamativos del estudio es que permitió modificar lo que se creía saber sobre Yuka. Mientras que análisis anteriores de ADN sugerían que se trataba de una hembra, las nuevas evidencias obtenidas a partir del ARN determinaron que el mamut era, en realidad, un macho joven. Este tipo de reinterpretaciones demuestra hasta qué punto el ARN puede ofrecer información complementaria —y a veces reveladora— sobre especies extintas.

Repercusiones científicas y horizontes de investigación emergentes

El hallazgo supone un impulso considerable para proyectos que buscan comprender con mayor precisión los rasgos y funciones biológicas de animales que desaparecieron hace miles de años. Investigadores que llevan años trabajando con restos congelados ven en este descubrimiento una prueba de que las moléculas de ARN pueden sobrevivir muchísimo más tiempo del que las teorías clásicas sugerían. De hecho, se abre la posibilidad de analizar no solo los procesos internos de los mamuts, sino también los virus de ARN que pudieron haberlos afectado, como los virus de la gripe o los coronavirus prehistóricos.

Este avance también tiene un impacto en la investigación comparativa. El ARN ofrece una visión clara del comportamiento de los genes en tejidos específicos, algo fundamental para contrastar la biología de los mamuts con la de sus parientes vivos más cercanos, los elefantes actuales. Este enfoque ayuda a comprender qué características eran únicas del mamut y cuáles se conservan en las especies modernas.

A pesar de la euforia científica, el estudio mantiene sus limitaciones. El análisis se centró exclusivamente en tejido muscular, y dado que el ARN expresa información distinta en cada órgano, los resultados no pueden trasladarse directamente a otras partes del cuerpo. Para obtener una imagen más completa, será necesario encontrar y analizar otros tipos de tejido bien preservados, un desafío complicado dada la fragilidad de estas moléculas.

La extracción de ARN de otros mamuts reveló disparidades en su grado de preservación. De una decena de muestras examinadas, únicamente tres contenían ARN apto para su uso, lo que indica que elementos ambientales, las características del permafrost y el estado inicial del espécimen al momento de su congelación son determinantes en la calidad final de los especímenes. No obstante, estas restricciones sirven de guía para futuras indagaciones, dirigiendo a los investigadores hacia ubicaciones y circunstancias más favorables para el descubrimiento de material biológico con una conservación excepcional.

La desextinción: un análisis de sus alcances y limitaciones científicas

El hallazgo reavivó la discusión acerca de la desextinción, una disciplina en desarrollo que aspira a resucitar —o recrear de forma parcial— especies extintas mediante métodos genéticos de vanguardia. Ciertas compañías privadas han manifestado su interés en emplear elefantes asiáticos como punto de partida para reconstruir rasgos del mamut lanudo. El estudio del ARN se considera una posible herramienta para descifrar funciones biológicas que el ADN por sí solo no logra dilucidar.

No obstante, diversos expertos conservan una postura prudente. Si bien el ARN de Yuka proporciona información valiosa sobre la manifestación genética, la propuesta de restablecer poblaciones enteras de mamuts se topa con importantes barreras tanto ecológicas como éticas. Los entornos que antaño constituían las estepas de los mamuts han desaparecido; las temperaturas actuales son superiores y el ecosistema ha sufrido una transformación total. La reintroducción de animales concebidos a partir de características ancestrales podría ser inviable y, en ciertas circunstancias, hasta perjudicial.

Según algunos investigadores, lo más realista dentro del ámbito de la desextinción no es la resurrección literal de especies extintas, sino la recuperación de características aisladas que podrían transferirse a organismos actuales. Esto podría incluir adaptaciones al frío, características inmunológicas o variaciones en el metabolismo.

En contraste, otras iniciativas de restauración genética presentan un panorama más prometedor. Un caso frecuentemente mencionado es el del tilacino, una criatura que se extinguió en el siglo XX, pero cuyo entorno natural permanece en gran medida sin alteraciones. Los progresos en la investigación del ARN extraído de ejemplares preservados de esta especie demuestran que la indagación genética puede ofrecer información crucial sin la obligación de recrear un ser vivo íntegro desde su origen.

En opinión de expertos en genética evolutiva, uno de los aportes más trascendentes del análisis de ARN es que revela no solo la estructura del material genético, sino la manera en que este era interpretado por las células. Esto permite reconstruir procesos biológicos dinámicos, algo crucial para entender cómo vivían y funcionaban realmente los organismos desaparecidos.

Aunque este descubrimiento es un paso enorme para la paleobiología, la comunidad científica insiste en que aún queda mucho por explorar. Cada nueva muestra recuperada del permafrost siberiano demuestra que la historia genética de la Tierra está lejos de estar completa. La combinación de mejor tecnología, condiciones ambientales únicas y métodos cada vez más cuidados promete seguir sorprendiendo a medida que se revelan nuevas piezas del pasado.

By Haide Arroyo