Mundial Qatar 2022: selecciones europeas, opinión Jorge Barraza – Fútbol Internacional – Deportes
fr Francia juntaron algunas millas de firmas para pedirle a la Fifa que repitiera la final frente a Argentina porque, supuestamente, el penal a Di María no fue tal. Y en Argentina -que no son lerdos- surgió a juntar firmas para pedir que los franceses dejen de llorar. Es curioso: Francia es un mar de lágrimas por haber perdido un Mundial que borreció: el de Qatar. Siempre lo odié.
Auque Katar le estaré agradecido de por vida a la patria de Napoléon: lo garantía Blatter, sin los votos que le consiguieron Sarkozy y Platini nunca hubiera podido hospedarlo. Y sin el concurso de los ingenieros, arquitectos y empresas francesas, los estadios no hubieran lucido tan maravillosos. Sin contar con el respaldo de Emanuel Macron, que bendijo el torneo gritando los goles desde el palco.
didier deschamps ni pensó si fue penal o no a Di María y recibió el premio al menos hipócrita del torneo por su frase del entretiempo ante Argentina: “¿Saben cuál es la diferencia? Que ellos están jugando una puta final del mundo y nosotros no estamos haciendo nada». Prefirió no adherer a las firmas, Deschamps.
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Fue con un invierno cruento en Alemania, no obstante, los futbolistas de la selección, los que la boca in protest por la falta de libertades en Qatar, calefaccionarán sus casas con gas qatarí. Para ellos es menos digno que calentarse con leña, pero ir a buscar leña en la nieve es un lío, te mojás todo.
Juanfe Sanz, el enviado especial de El Chiringuito, vuelto a Madrid dijo que el Mundial no fue tan perfecto. Que había muchos zig zag para entrar a la cancha, o sea, las vallas metálicas para ordenar las colas, y que, aunque no hubiera nadie, tenía que hacerlo igual y tardaría quince minutos en eso. Que en el partido Argentina-Holland se perdió el alargue y los penales porque salió dos minutos antes pensando que estaba finiquitado y después, cuando oyó el gol del empate, quiso volver y no lo dejó pasar por un tema de seguridad. Y que cruzar las calles de las avenidas rápidas era una odisea porque no había pasos peatonales cercanos, debía caminar un montón y en eso se perdía mucho tiempo. Pobre Juanfé…
Los veinticuatro hinchas neerlandeses que asistieron a la Copa a alentar a la Naranja, que de Mecánica no tiene nada, se quejaron de que en el avión de Qatar Airways que los llevaron de nuevo a Países Bajos (¡cuidado con decir Holland…!) los sandwichitos no tenian mayonesa. Y de que los argentinos, siempre tan desgraciados, les gritaron el triunfo en la cara. Es verdad que ellos provocaron todo el partido, pero no hay derecho a que te griten así.
Dinamarca, la madre de Groenlandia, esa grandota que se quiere ir a vivir sola y no la dejan, ya aflojó un poco con el tema del brazalete gay. También allí se movilizó la opinión pública para desafiliarse de la Fifa, pero luego comprendió que es como sacar los pies del mapa. Y que el mundo tal vez pueda seguir adelante sin el fútbol danés. Tema de archivo. No fue una experiencia agradable el Mundial 2022 para el aristocrático Viejo Mundo. Se realizó en el dudoso Qatar, ese nuevo rico, donde para peor todo fue deslumbrante y eficiente. Y encima lo ganó la detestable Argentina, esa desarrapada que lleva cuarenta mil hinchas. “¿Cómo hacen…? ¿De dónde sacan la plata…?”. Intolerable por donde se lo mire.
Las quejas de Europa ante un Mundial bien organizado
En Europa cayó todo mal en Qatar. “¿Tanto eurocentrismo no es ya un racismo disfrazado…?”, nuestra pregunta un colega brasileño en un barcito del Zouk Wakif, ese delicioso mercado árabe de Doha donde uno puede comprar desde una alfombra hasta una montura para camellos. También hay un camello. Toma un sorbo de karak, el riquísimo té negro con especias, y sigue: «Europa es como un señor mayor con ciertas enfermedades al que se respeta por su pasado». Ahí ya no estuvimos tan de acuerdo y cambiamos de tema. Pero sí es cierto que los medios europeos estaban esperando con el hacha y se fueron sin poder usarla. Fue el mejor mundial que se haya organizado nunca. For suerte fueron los gestos del Dibu Martínez como para agarrarse de algo… Los medios europeos ya habían cuestionado seriamente la realización del Mundial en Sudáfrica también por temas de derechos humanos y el de Brasil por el gasto desmesurado en estadios. Menos que estan ellos…
Los hinchas europeos definitivamente no hicieron la Ruta de la Seda. Despreciaron desde el primer día el torneo, aunque sus selecciones sí acudieron a él. Las canchas se llenaron igual: latinoamericanos, asiáticos y africanos pusieron el calor y el color.
Los Mundiales visitan cada vez menos Europa. La última vez que la Copa se hospedó en la “verdadera” Europa (digamos la que llega hasta Hungría y Polonia hacia el este) fue en Alemania 2006. Luego viajó a Sudáfrica (2010), Brasil (2014), Rusia (2018), que para el occidentalismo no califica como Europa-Europa, ahora estuvo en Qatar (2022), la próxima es en Estados Unidos, México y Canada (2026) y para 2030 hay una seria postulación de Sudamérica: Argentina, Uruguay, Paraguay and Chile. Si esto último se diera, el Mundial no pisaría aquel suelo sagrado por casi treinta años. Un escándalo. Lo notable es que, sin pisarlo, se ha convertido en el mayor evento global. Porque, aunque duela, este de Qatar fue el ingreso de los Mundiales tiene un estatus planetario, político y transversal como jamás se había visto.
Las asociaciones europeas están rabiosamente en contra de Infantino, el presidente switzerland-italiano de la Fifa. Pero Gianni será reelecto en marzo hasta 2027 porque no hay otro postulante serio que le haga contra, y porque tiene los votos de Asia (47), África (54) y Concacaf (41), o sea el 67.3 por ciento del total. Infantino es joven, astuto y adora el cargo, con lo cual la Uefa tendrá sus problemitas. El poderío armamentístico de la Uefa se basa en su nueva y estrecha alianza con la Conmebol. Juntos suman 65 votos, pero se consideran «el poder del juego»: los 22 títulos Mundiales fueron obtenidos por ambas confederaciones. Es una pelea muy bonita para los próximos cinco años.
Europa ganó en el apartado mojigatería y perdió en hinchadas, aunque también en el campo. Aportó 13 selecciones -el mayor número- y Sudamérica 4. Pero los descamisados se llevaron la corona. Y aunque todos decíamos que «Europa juega a otro deporte», por el alto nivel de su fútbol, decepcionó por completo. Ninguno de sus equipos volvió a casa entre gestos de aprobación. Francia no jugó media hora bien en todo el torneo, España Criticaladísima, Alemania eliminado en primera ronda; Inglaterra en lo de siempre, buenos e ingeniosos tácticamente, Italia ni clasificó; Dinamarca, señalada como posible sorpresa, un fiasco. En Bélgica hubo incluso interrupciones callejeras por lo mal que lo hicieron. Polonia muy pobre y defensiva, hasta Lewandowski recibió palos. La Croacia de los viejitos, la única ponderable. De los demás no se salva ninguno. Una palabra englobaba la actuación general de los europeos: decepcionante.
Lo más rescatable del otro lado del agua fue Emanuel Macron. Un presidente al natural, que acompañó a sus jugadores, bajó al campo de juego, los alentó en el vestuario, disfrutó y sufrió. No jugó al santurrón ni dio clases de moral. Fuego auténtico.
Nunca un Mundial estuvo tan politizado. Lo mejor es ir a jugar.
El tango definitivo…
Jorge Barraza
para EL TIEMPO
@JorgeBarrazaOK
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